Sintió un fuerte mareo. No se tenía que haber levantado tan rápido de la cama. Con torpes pasos se dirigió a la ventana, y quedó maravillada por el paisaje que se rendía ante ella. El sol estaba en lo alto del cielo y alumbraba toda la habitación. La brisa del oeste movía caprichosamente sus cabellos aún enredados, y sus ojos azules se fundían con el mar. Con el mar y con el horizonte.
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gotas de agua